El Rey León (1994) - Roger Allers y Rob Minkoff

Disney estaba en pleno apogeo, después de renacer con La Sirenita, llegó al techo de su capacidad con La Bella y la Bestia y Aladdín, pero dos años después de esta ultima, el techo se rompió para que llegase a su punto mas alto a una de las películas que más amo, El Rey León.
En este caso no se podría decir que estoy haciendo una crítica de cine, sino un recordatorio de algo que he visto mil trillones de veces y creo que nunca, aunque tenga 85 años y sea un viejo cascarrabias voy a dejar de amar al Rey León. Es que esta vez ya no hay rosas mágicas, ni alfombras voladoras ni genios que cumplan deseos, esta es la historia de un padre y de un hijo, de asumir responsabilidades, de dejar atrás nuestros miedos, de despreocuparnos por un rato de las cosas y disfrutar la vida, y todavía me preguntó ¿Cómo hicieron para conseguir esa estructura en tan solo una hora y media de duración (y pensar que hay películas de la actualidad que en tres horas no consiguen nada ¿Me escuchas Michael Bay?).
La estructura, esta bien diferenciada y es que la muerte de Mufasa marca un antes y un después en la evolución de la historia: la primera parte es la que consigue el objetivo de identificarnos fervientemente con Simba y admirar profundamente a su padre Mufasa. Pero no todo es rosas en esa parte porque vemos al sádico y malvado Scar (con un Jeremy Irons que se relame en la versión original), que a pesar de hacerse el buenito cuando le conviene, esconde un plan oscuro en su interior.
Y luego viene la súblime escena de la estampida, donde comenzamos a temer lo peor, todos diciendo: por favor que todo salga bien, por favor que todo salga bien. Y cuando llega ese fatídico momento donde Scar se revela y Mufasa cae al vacío quiero ver la cara de todos los machotes cuando Simba intenta despertar a su padre en su lecho, más aún cuando se acurruca a su lado y peor aún cuando Scar le convece a Simba de que él es el culpable y de que huya para solo ordenar a las hienas que lo maten; incomensurable. 
Pero necesitamos alguien que nos resucite, que nos anime después de tanta tragedia y ahí viene el papel extraordinario del genial dúo Timón y Pumba. Y lo mejor es que no resultan para nada cargantes debido a que están incorporados de manera magnífica a la trama, todo para hacer que nos relajemos y nos olvidemos por un momento de la muerte de Mufasa, pero los años pasan y Simba no ha crecido, intenta pero cada vez que trata aparece el pasado tenebroso que lo impide, necesita alguien que le abra los ojos. Ahí entra en acción el reencuentro con una amiga de la infancia Nala (que preciosa que es la manera en la que la reconoce) y ahí empieza la infaltable historia de amor que por esta vez pasa a un necesario segundo plano. Porque es ella la que nos abre los ojos (digo que nos abre, porque nosotros Simba, es tal la conexión que sentimos con él que podemos decir que Simba es el espectador), el reino ha sucumbido e incluso las hienas se están muriendo de hambre, Simba sabe que hacer pero no como hacerlo, necesita hablar con alguien más, necesita a su padre.
Ahí entra en juego el faboluso Rafiki, que aparece lo justo y necesario para darnos una lección necesaria (y que nos deje diálogos espectaculares de principio a fin) y nos hace hablar una vez más con nuestro querido Mufasa, sublime  mágica, emocionante conversación entre padre e hijo y volvemos en todo nuestro esplendor para reclamar el trono del rey.
Cuando llegamos vemos como Scar ha dejado desolado el hogar de Simba, tenemos que luchar con él, tenemos que vencerlo. Pero el malvado todavía tiene un as bajo la manga, la culpabilidad de Simba, gracias a dios que al final le dice la verdad salvandose de una muerte segura. Luego viene el genial climax con el enfrentamiento más brutal entre héroe e enemigo de toda la década y con Scar siendo asesinado por las hienas, una muerte a su altura sin dudas.
Luego viene el final más espectacular de todos, con ese rugido que nos representa a todos y con el nacimiento de su hijo que hace que entendamos lo que nos explicaban Mufasa del ciclo de la vida sea totalmente entendido.
No se si se puede agregar algo más, salvó que la banda sonora creada por Hans Zimmer es ESPECTACULAR con esos coros africanos  que le sientan de maravilla. Es que El Rey León es drama, es comedia, es suspenso, tiene toques de fantasía, es TODO.
Después de esta gloriosa película Disney experimentó con dos fuentes: una con la historia real de Pocahontas y otra con estudio independiente con una película de juguetes de plástico, con una salió con un resultado bastante decepcionante y con la otro terminó con un clásico eterno que desembocó en una trilogía redonda. Próximamente estaremos analizando ambas.


                        PUNTAJE FINAL: 10/10

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